Probablemente los mejores recuerdos que te lleves de Australia serán los amigos que has hecho, todo lo que has aprendido y los lugares que has conocido durante tus vacaciones. Por eso, el viaje que hice del que guardo más anécdotas es el Road Trip de Melbourne a Brisbane. ¿Por qué? Imagínatelo: cada día en un lugar nuevo, muchas horas de carretera con tus amigos, muchas cosas que hacer y visitar… Es la fórmula perfecta para que sea el viaje más memorable, así que, vamos allá:
ROAD TRIP ALUCINANTE POR EL SUR ESTE DE AUSTRALIA.
KEYS
- Duración: 13 días.
- Transporte: Avión y furgoneta
- Alojamiento: Backpackers
- Presupuesto total: 1.500 dólares
- Superficie recorrida por carretera: 3.000 km
- Ciudades principales: Melbourne, Sydney y Brisbane.
- Poblaciones: Eden, Jervis Bay, Coffs Harbour, Port Mcquarie, Yamba, Byron Bay, Nimbin.
- Actividades sin coste: Visita Hospital de koalas, Free tours**
- Actividades con coste: Kayak con delfines.
Por fin llegaron las vacaciones y con ellas, la oportunidad de recorrer el país. Así pues, mis amigos y yo, seis personas en total, decidimos organizar un Road Trip. La idea inicial era aprovechar el verano para visitar la zona noreste y disfrutar del buceo y de la Gran Barrera de Coral en los alrededores de Cairns. Sin embargo, pero uno de los factores más a tener en cuenta en tus planes en el Down Under es la climatología. Y efectivamente, tras el primer research, nos percatamos de cuán difícil sería disfrutar de la playa en plena época húmeda. Finalmente, no nos quedó otra opción que posponer la aventura subacuática para cuándo el monzón terminara y nos decidimos a encarar el Road Trip de carretera de nuestros sueños.
[Planeado con un mes de antelación nos embargamos en un vuelo Brisbane – Melbourne (110 dólares) donde alquilaríamos la van que más tarde devolveríamos en nuestra ciudad de origen, Brissie].
Una vez aterrizamos en Melbourne, cargamos nuestras backpacks en el Uber que nos dejaría en el backpacker donde pasaríamos los siguientes dos días por unos 25 dólares la noche. No te voy a dar nombres porque lo cierto es que no fue precisamente agradable. Los baños se caían a pedazos y el desayuno que prometían por las mañanas resultaron ser una especie de tortitas que tendían a acumularse durante toda la mañana, salvo por el pobre ingenuo que sin saber, probaba una. Tampoco estaba cerca del centro, aunque esto tampoco importa demasiado en las grandes ciudades como Melbourne, donde puedes coger el tranvía de manera gratuita por la zona centro.
¡Ojo! Controla no salirte de la zona especificada para que no te apliquen un cargo extra.
Respecto al transporte, te recuerdo que cada ciudad tiene su propia tarjeta por lo que, necesitarás comprar una para cada ciudad en la que decidas hacer turismo. Lo bueno es que, no es dinero tirado a la basura ya que, siempre puedes devolver tu tarjeta en una estación de tren para recuperar los 10 dólares de la compra, así como el saldo que quede dentro de tu tarjeta. Otra cosa es que tengas tiempo para hacerlo ?.
En nuestro caso, en Melbourne disfrutamos del transporte gratuito y largas caminatas, pero si quisieras hacerte con una, acércate a un 7eleven y pregunta por la Mikky Card. Puedes cargarla con la cantidad que quieras por encima de 5 dólares ya que menos no vale la pena considerando lo caro que es el transporte.
COSAS QUE HACER EN MELBOURNE / COSAS QUE VER EN MELBOURNE
Free tour
Esta opción la descubrimos leyendo blogs de otros viajeros y nos pareció la mejor para recorrer la ciudad con alguien local, nadie mejor para que te contando la historia de la ciudad y te enseñe todos los lugares de interés y puedas situarlos en el mapa para después elegir los que más te han gustado y volver tranquilamente por tu cuenta. Estos tours son “gratuitos” es decir, no tienes que reservarlo, simplemente acudir a la hora y al lugar que citan en su web, pero al concluir la visita, el guía te pedirá que evalúes como de bueno ha sido su servicio y seas honesto a la hora de ponerle un precio a su trabajo. En este punto, quiero señalar que tengo amigos en otras ciudades del mundo haciendo esto mismo, y el sueldo que ganan es la comisión que perciben del total recaudado en cada turno de visitas, por lo que, sé considerado y trata de darle un precio justo.
¡Ojo! Si no tienes un nivel intermedio de inglés, es posible que te pierdas en las explicaciones, pero si tienes suerte y te toca un/a guía amable, tratará de hacerse entender.
Botanical Garden
No puedes perdértelo, es con diferencia uno de los mas grandes y bonitos que he visto en mi vida. Es enorme, por lo que, si vas con prisa, te recomiendo ponerte una hora límite de salida y planificar el lugar de entrada y salida.
Shrine of Remembrance
Si eres de monumentos este acabara una cuadra entera entre el edificio y los jardines. Pero no te conformes con fotografiar la fachada. Sube hasta el tejado y tendrás una de las mejores vistas de la ciudad de Melbourne. Esa foto sí que merece la pena.
Laneways
Por supuesto, una de las visitas obligadas en Melbourne son sus Lanes, callejuelas con o sin salida con auténticas obras de arte hechas en graffiti. Lo mejor es que unos se superponen sobre otros y puedes encontrar innegables maravillas en la esquina más escondida. Si estás buscando el genuino mural de Melbourne, se encuentra en el AC/DC lane, pero no te quedes solo con este. Aquí te dejo un enlace con todos los que puedes encontrar.
St. Kilda
Nosotros no estuvimos por falta de tiempo, pero este original barrio es otro MUST dentro de tu visita a la gran ciudad. Que, ¿qué hay que hacer aquí? Lo primero ir a ver los pingüinos. Una pequeña especie de estas aves marinas te está esperando en el muelle (St. Kilda Pier) cada día después del atardecer cuando regresan a sus nidos. Si no te lo crees, echa un vistazo aquí.
Otros puntos de interés
- Luna Park: nosotros nos la perdimos, de nuevo por falta de tiempo, aunque nos resarcimos en Sydney donde hay otro igual de genial.
- Queen Victoria Market
- ACMI
- Flinders Street Station
…Y EMPEZAMOS A CONDUCIR
Una vez que nuestra estancia en la ciudad llegó a término, fuimos a recoger la furgoneta que habíamos alquilado previamente. Lo hicimos a través de la empresa Jucy porque era una de las pocas que reunía todo lo que necesitábamos: que fuera barato y que tuviera servicio de pick-up y drop-off en diferentes ciudades.
[Una furgoneta (no campervan, porque no íbamos a dormir dentro) de 8 plazas nos salió por unos $110/día que entre seis personas apenas salíamos a $18 por cabeza y día, lo que fue redondo. ¡Ojo! Para elaborar tu presupuesto, cuenta con el gasto de gasolina (litros del depósito x precio del litro x km que vas a recorrer)].
Cuando tuvimos todo dentro de la furgoneta fue el momento de poner rumbo a nuestro siguiente punto clave con el que llevábamos soñando todos desde el momento en que pusimos un pie en Australia: Los 12 apóstoles. Dormiríamos en un pequeño backpacker a solo unos kilómetros de distancia, lo que nos facilitaría mucho alcanzar el éxito en el plan que se nos había ocurrido: ir a ver amanecer desde aquella maravilla. Esto suponía pegarnos un madrugón de campeonato tipo llegar a las 4 de la mañana. Finalmente lo hicimos todo según lo planeado y orgullosos nos plantamos en los Doce cuando aún la noche inundaba el lugar. Sin embargo, el día comenzaría estando cubierto por una densa masa de nubes que, terminarían por fastidiarnos el amanecer. Porque sí, por muy temprano que te levantes, por muy a tiempo que estés de la hora clave, si resulta que el cielo está encapotado, pocos rayos de sol vas a ver y por ende, más que un abanico de naranjas y rosas, el Pantone reinante será la escala de grises. Pero oye, nadie nos quitó la ilusión de estar en aquel paraje sobrenatural tan deslumbrante que, pese al día, no defraudó.
Twelve Apostles
Desde allí, de nuevo coche rumbo a Brighton Beach, la conocidísima playa de las casitas de colores donde comimos de bocadillo y pasamos la tarde. He de decir que, a pesar de ser verano y hacer un considerable calor, este fue el único día de playa que tuvimos, a pesar de haber cargado con varios trajes de baño y la toalla. El hecho es que aunque ganas teníamos, el tiempo siempre estaba de nuestra contra, con un montón de sitios que visitar, paradas que hacer, kilómetros que consumir y hostal al que llegar, por lo que, hubo muchas paradas espontáneas de “¡Eh, para, para! ¡Mira que playa tan alucinante!” y pasados cinco minutos de admirar la belleza, “venga vuelta al coche, que nos quedan dos horas todavía para llegar! Sin embargo, lo cierto es que en mi caso particular, no me arrepiento de haberlo hecho como lo hicimos, puesto que más tarde nos haríamos un viaje con destino playa y actividades acuáticas, así es que, pusimos el foco en la ilusión de disfrutar de los paisajes.
Tras el día de playa, tocaba uno de montaña, por lo que aquella mañana nos pusimos ropa de deporte y nos dirigimos rumbo Wilsons Promontory, el parque nacional del estado de Victoria y el que se encuentra más al sur del continente. Si te gusta el senderismo, no puedes perdértelo porque probablemente no hayas visto nada semejante en tu vida. Toda la vegetación es, probablemente, muy diferente a la de tu país de origen (al menos en mi caso, viniendo de bosque mediterráneo español) y puedes sumergirte en una frondosidad realmente opaca que apenas deja pasar la luz del sol.
¡Ojo! Por mucho calor que haga, precisamente por la cantidad de vegetación que hay y el tipo del que se trata, las copas de los árboles cubren la totalidad del cielo, por lo que, el calor no traspasa y puedes llegar a pasar algo de frío durante la ruta. Sobre todo, al alcanzar la cima, donde se encuentra el famoso acantilado que, escarpado te presenta la vista más alucinante del lugar. Ahí arriba la corriente de aire es fortísima y considerando a la altitud a la que te encuentras, es también muy fría.
Acabada la ruta, nos pusimos de nuevo en marcha hacia Sydney. Pero el camino era largo y decidimos marcarnos en el mapa algunos pueblos con cierto atractivo en los que podíamos parar y aprovechar para comer, tomar un café o estirar las piernas mientras disfrutábamos de las vistas. Ejemplo de esto fueron Eden, Bermagui y Jervis Bay.
Eden: Destino histórico obligatorio ya que fue un pueblo construido gracias al negocio ballenero, con cuyo benefició se lucró hasta 1930. Tiene un mirador espectacular donde hoy día y en época de migración, puedes ver ballenas considerablemente cerca de la costa. Es un pueblo pesquero, así que aprovechamos para comer aquí un rico y asequible fish&chips en la zona del puerto.
Bermagui: Cuenta con unas piscinas desbordantes excavadas en roca muy apetecibles si el día acompaña y en el centro del pueblo, puedes encontrar un café exquisito y al precio australiano.
¡Ojo! Siempre que te bajes de la furgo, cierra todas las puertas y ventanas. Me lo agradecerás cuando viajes seguro y sin ningún polizonte a bordo. Nosotros tuvimos un encontronazo con una huntsman la mar de divertido en la que alcanzamos agudos desconocidos desconocidos para el hombre.
Jervis Bay: Esta fue una de esas paradas de mera admiración. No teníamos tiempo suficiente para darnos un chapuzón, pero la playa era de merecer. Si como nosotros no puedes permitirte relajarte al sol, date un rápido paseo por los alrededores y a lo mejor te encuentras con un gran lago (no he conseguido volver a dar con él después) donde observar cientos de Catostylus, unas gorditas medusas transparentes que se apiñan a lo largo de toda la orilla.
Tras estos días de carretera, en los que a veces comíamos en el coche, y hacíamos uso de los baños de carretera – atención con esto porque al menos nosotros lo encontramos muy curioso: en Australia, por muy en medio de ninguna parte que te encuentres, en el baño SIEMPRE SIEMPRE habrá papel higiénico; como habrá también MUCHAS pero MUCHAS arañas, grades y pequeñas, observándote mientras haces tus quehaceres. Todo un contraste, como prácticamente cualquier cosa hecha a la australiana. – por fin alcanzamos la segunda gran ciudad de nuestro Road Trip.
SYDNEY
Aunque parezca una nimiedad, la mayor preocupación que teníamos a la hora de llegar a Sydney fue dónde dejar el coche. Teniendo en cuenta que el precio del aparcamiento en la calle es una auténtica barbaridad, asumimos que lo único que podíamos hacer era dejarlo aparcado los dos días que pasaríamos allí en un garaje. En general, los precios también eran muy elevados, lo que incrementaba nuestro presupuesto por cabeza considerablemente, solo por tener aparcada y sin mover una furgoneta. Finalmente, alguien nos recomendó un garaje privado – por unos $70 el día – que casualmente estaba justo a la vuelta de la esquina de nuestro hostel, que todo sea dicho, era una pasada. De este, sí os dejo el link.
¡Ojo! Leed siempre la letra pequeña, porque en estos casos, suele haber hora límite de salida para que te apliquen esa tarifa. Nosotros no lo sabíamos y nos quisieron cobrar un día extra por salir unas dos o tres horas después de la hora establecida, que, por cierto, suele ser en torno a las 5 o 6 de la mañana, lo que es, un auténtico abuso.
COSAS QUE HACER EN SYDNEY / COSAS QUE VER EN SYDNEY
Free Tour
Aquí también volvimos a contar con el free tour para conocer la ciudad, aunque en esta ocasión la guía tuvo más bien poca consideración con los extranjeros cuya lengua materna no era el inglés y lo cierto es que nadie se enteró de casi nada. Aunque para darle la nota de objetividad, tengo que admitir que estábamos demasiado cansados y la ciudad es gigantesca por lo que la caminata se nos acabó haciendo eterna.
Opera House
Por supuesto, no podía faltar, aunque hubiera sido imposible evitarla porque prácticamente todos los caminos culminan en el puerto donde se erige. Si lo que estás buscando es la foto perfecta hay muchas, tantas como personas intentando encontrar la suya, así que, probablemente lo que te resultará más difícil es encontrar un hueco para evitar que otro salga en tu foto. Pero además de las fotos y la tradición de subir las escaleras para tocar la fachada, otro plan puede ser pasear alrededor del puerto, circundado por cientos de restaurantes mientras disfrutas, por qué no, de un super helado. ¿Pero de dónde? Mi recomendación: Messina. Conocí esta heladería cuando vivía en West End (Brisbane) y probé el helado de amaretto e higo, que si te gusta el dulce pero no te apetece chocolate, está para morirse de rico. Pues la suerte es que encontrarás un Messina justo enfrente de la Opera. De nada ?
Sydney Harbour Bridge
Si ya has estado en la Opera ya has visto el puente que la enmarca, pero ¿seguro que te has parado a mirarlo en detalle? A mi parecer, y ojo que es mi opinión particular, el puente es todavía más bonito. Dedicamos una mañana a subir las escaleras y cruzarlo de punta a punta. Fue un poco paliza, pero mereció absolutamente la pena porque, además, desde semejante altura tendrás un plano mucho más rico del puerto y la Opera House.
NOTA: Si eres curioso como yo, te gustará conocer la historia de cómo fueron construidas ambas obras de ingeniería, además de todo lo que hubo envuelto tanto en la Opera como en Harbour Bridge.
Newtown
Nosotros no estuvimos pero por donde vayas leerás que es uno de los barrios más bonitos de Sydney. Se le conoce por ser bohemio y lleno de contrastes, con sitios de modernos conviviendo con el estilo vintage y de segunda mano. Lo más bonito son los edificios de estilo victoriano que enmarcan grandes murales de grafiti como el famoso de Martin Luther King.
Luna Park
Es un parque de atracciones estilo años 20 y 50 super cool. Te darás cuenta que, a la hora de hacer fotos no necesitarás sobre-saturarlas porque todo está decorado con colores brillantes y llenos de fuerza. Hay una noria y muchas tiendecitas donde poder comprar souvenirs del propio parque, que como digo, son chulísimas si te gusta el estilo retro.
NOTA: si estás buscando la panorámica en la que salen juntos la Opera y el puente en el mismo plano, es desde aquí, junto al muelle.
Royal Botanical Garden
Si en Melbourne había uno, Sydney no podía ser menos y por supuesto, también tiene su espléndido jardín botánico. Al igual que con el Luna Park, tuvimos que elegir uno de los dos ya que como siempre, el tiempo jugaba en nuestra contra. En este caso, preferimos ver el Jardín de Melbourne y el parque se Sydney. Equilibrio ejemplar.
Bondi Beach
Otra de las visitas obligatorias era Bondi Beach. Tengo que admitir que me defraudó un poco, aunque es posible que la culpa sea mía y de mis expectativas, ya que, era una playa, y efectivamente, es solo una playa. Sin embargo, no te pierdas los murales de grafiti que hay en las paredes de bajada a la playa. No tienen desperdicio ninguno.
Bronte Beach
Y ahora sí que sí, esto era lo que estaba esperando. Te explico: si teniendo Bondi Beach frente a ti, sigues el camino de la derecha, por los murales que comentaba arriba, darás al Bondi to Bronte Coastal Walk que es un paseíto de 2 km por la roca que separa ambas playas y que es absolutamente maravilloso. De hecho, el paseo se extiende mucho más lejos hasta llegar a Maroubra y si tienes tiempo, ya sabes, solo se está en Australia una vez en la vida. Te dejo aquí la web del Coastal Walk por si quieres saber distancias, alturas, y tiempos.
Bronte Baths
Una vez acabas el paseo, llegarás a Bronte Beach y a sus conocidísimos baños. La entrada es gratis y puedes estar tanto tiempo como quieras, sinónimo de remanso de paz por lo que queda de día.
De nuevo, mochilas al hombro, gasolina en la furgo y a la carretera. Tras apenas tres horas de trayecto llegamos a las Blue Mountains National Park. De nuevo nos tocaba jornada física y una ruta de unos cinco kilómetros por recorrer. Aunque el día se presentaba fresco, la temperatura empezó a subir en cuanto recorrimos los primeros metros.
En este punto debo decir que, para mí, las Blue Mountains fue de las excursiones más bonitas que he hecho. Quizá porque después de Wilsons Promontory me esperaba algo similar, y no podía estar más equivocada. Unos caminos de piedras estratégicamente superpuestas guiarán tus pasos mientras te adentras en un cañón de roca cuya cima tus ojos no alcanzan a ver. Cascadas, vegetación, tramos escondidos, pequeñas lagunas, y verde, mucho verde. Quedé fascinada, se nota, ¿no?
Lo mejor de todo es que, cuando subes a la superficie del cañón y lo observas en el horizonte, entiendes por qué se les llama “blue” mountains. Pero siendo sincera, lo bonito está dentro del cañón, no allá a lo lejos.
La siguiente parada que hicimos fue Port Mcquarie donde tuvimos la experiencia más cercana con la fauna australiana visitando un Hospital de Koalas donde conocimos a Mick, un guía tan tierno y carismático que todos quisimos llevárnoslo a casa y que fuera nuestro abuelo. Allí en el hospital aprendimos muchísimo sobre los koalas y su vida y tuvimos la suerte de que nuestra visita coincidiera con la hora de dar de comer a los ejemplares de koalas que estaban allí en tratamiento de recuperación o de manera permanente. Fue algo súper bonito y especial.
Dejando Port Mcquarie atrás nos acercamos a ver Coffs Harbour, un pueblo costero y con puerto bastante chulo y Sawtell donde si te apetece caminar, tienes un recorrido precioso que hacer entre las rocas y el mar, desde el Boambee Lookout, siguiendo por el Boambee Creek Reserve. La anécdota de este momento fue el encontronazo que tuvimos con un wallabi que, escondido en unos matorrales debió de cansarse de esperar a que terminásemos de hacernos fotos los unos a los otros, y terminó por salir huyendo a la desesperada.
Yamba, fue nuestro siguiente destino justo antes de alcanzar meta en Byron Bay, donde pasamos día y medio gonzándolo todo. Aunque nos hizo algo de mal tiempo, teníamos contratada una actividad de kayak en la que podríamos llegar a ver delfines, en el supuesto caso claro, de que estuviesen por allí cerca al mismo tiempo que nosotros. Sin mucha esperanza nos sumergimos de pleno en la pesadilla que supone eso de remar contracorriente. Has que de pronto, ¡ZAS! Remazo de los monitores y señal de “delfín por ahí”. Qué maravilla. Una manada entera de delfines justo delante de nosotros. Qué sorpresas te da la vida justo cuando menos te lo esperas. Y entonces, en mitad de una tormenta, en bañador y pasando un frío más que desagradable, de pronto, esta imagen te cautiva y la recordarás toda la vida. Igual que las agujetas de los brazos al día siguientes. Para el recuerdo.
Pero además este momentazo, Byron da para mucho: el faro, la playa, la gente, las tiendas. Aquí no puedo más que recomendarte que subas al faro antes del atardecer con algo para beber y disfrutes de la caída del sol mientras éste se esconde justo detrás de la bahía. Si tienes suerte habrá alguien cantando, como en la playa, que a veces algunos alternativos empiezan a tocar timbales a la misma hora. ¿Y comer? Pues aquí, sin duda.
La verdad es que, aunque es pequeño, este pueblo tiene encandilado a medio mucho y no me extraña, porque lo cierto es que, sea lo que sea lo tiene, puedes respirarlo nada más llegar.
Nuestra última parada fue Nimbin, un paraíso hippie desde 1973 cuando tras un festival alternativo multicultural en favor de la vida auto-sostenible muchos de los asistentes decidieron instalarse creando lo que hoy conocemos. Es un lugar muy peculiar, casi tanto como la gente que lo habita. Todo está pintado con símbolos de paz, hojas de marihuana y arco iris, así que no te olvides a cámara porque no tiene desperdicio. Por supuesto muchas tiendas donde echar un vistazo a inciensos, ropa extravagante, marroquinería, esencias, atrapasueños y pipas de fumar. Lo que te dije, no tiene desperdicio.
Con la última ojeada a la calle principal y tras un chaparrón considerable, nos pusimos al volante con apenas unas horas para llegar a casa. Algo tristes por poner fin a esta aventura inigualable, pero también muy emocionados por recuperar nuestras adoradas camas en nuestras respectivas casas.
Espero que este artículo te sirva para coger ideas para tu próximo Road Trip y lo disfrutes tanto como hicimos nosotros, o más aún.
Agradecimientos: a Sandra y a Regina por currarse tantísimo toda la planificación, porque el mérito, es todo suyo. Yo solo lo he puesto en palabras.
Belén G.